El desarrollo emocional empieza desde el nacimiento, en los primeros años de vida en los cuales el bebé siente malestar y lo comunica por medio del llanto, esperando respuesta y atención por parte de sus cuidadores. Este acto “sencillo” a los ojos de muchos adultos está empezando a formar en el niño/niña aprendizajes sobre el malestar y que hacer con él. Un niño que llora sin atención lo más seguro es que aprenda de forma inconsciente que su malestar no es importante o sus necesidades no van a ser suplidas y dejará de comunicarlo, un niño que es atendido aprenderá que puede comunicarse y sus cuidadores atenderán su necesidad.
Cada etapa de la vida hasta la adultez trae ciertas situaciones que vienen como malestar:
- En el primer año sentirá malestar si está incomodo, si tiene hambre o sueño.
- A los dos años sentirá malestar si otro niño le quita el juguete con el que él quería jugar.
- A los tres años sentirá malestar si le dan la fruta en pedazos cuando quería que se la dieran completa o viceversa.
- A los cuatro años sentirá malestar si le piden que se salga del parque.
- A los cinco años sentirá malestar si en su juego favorito no gana.
- A los seis años sentirá malestar si con su grupo de amigos no se pone de acuerdo en las reglas del juego.
Y así cada etapa de la vida, cada aprendizaje en sus diferentes áreas (familiar, social, académica) trae su propio malestar y son estás las oportunidades que tenemos para que aprendan que el malestar hace parte de la vida y tiene una función. Aprenderán que muchas veces las cosas no van a salir como ellos quieren, ni en el momento que ellos quieren. Normalmente escuchamos afirmaciones como “pero eso es una bobada”, “¿porque lloras por eso?”, “hay cosas peores”; sin embargo, esas son las cosas que para su edad y desarrollo son importantes para ellos, y es lo que en su etapa de vida deben aprender.
Todos hemos pasado por este tipo de situaciones de la vida cotidiana, donde el malestar es necesario y viene en una medida justa, para que aprendamos sobre tolerancia a la frustración y gestión de emociones. No necesitamos generarles más malestar para que “aprendan como es la vida”; más bien, debemos saber utilizar estas oportunidades para guiar y dar las herramientas necesarias para propiciar un adecuado desarrollo.